Lo que tu quieras, coraSon ...



Mi querido Jorge en mi pensamiento hoy, siempre.






















Lo que tú quieras, corasón


Lo que tú quieras es "lo que tu quieras!
No, lo que yo quiera, corasón.
Que me guste o no me guste, es otro asunto.
A ver si un día de estos nos juntamos y
queremos una cosa, al menos, parecida.

AUDIOVISUAL serie completa fotografias La Mirada Inadvertida

Queridos amigos
Proyectado en la inauguración de la exposición en Ramses¡Espero lo disfrutéis! 


Podéis ver la serie completa de fotografías aquí:
roc fotoIlustracion
... ahí están! ... las fotos expuestas en la Puerta de Alcalá
Exposición en RAMSES, Puerta de Alcalá, Madrid. 4 a 11 noviembre, 2014


INVITACION Ramses para La Mirada Inadvertida. Exposcion Fotografia.

Ahí está, ahí está ...  que no queda nÁ! (No es necesario imprimir invitación)



Plenos Poderes

A puro sol escribo, a plena calle,
a pleno mar, en donde puedo canto,
sólo la noche errante me detiene
pero en su interrupción recojo espacio,
recojo sombra para mucho tiempo.

El trigo negro de la noche crece
mientras mis ojos miden la pradera
y así de sol a sol hago la llaves:
busco en la oscuridad las cerraduras
y voy abriendo al mar las puertas rotas
hasta llenar armarios con espuma.

Y no me canso de ir y de volver,
no me para la muerte con su piedra,
no me canso de ser y de no ser.

A veces me pregunto si de dónde,
si de padre o de madre o cordillera
heredé los deberes minerales,

los hilos de un océano encendido
y sé que sigo y sigo porque sigo
y canto porque canto y porque canto.

No tiene explicación lo que acontece
cuando cierro los ojos y circulo
como entre dos canales submarinos,
uno a morir me lleva en su ramaje
y el otro canta para que yo cante.

Así pues de no ser estoy compuesto
y como el mar asalta el arrecife
con cápsulas saladas de blancura
y retrata la piedra con la ola,
así lo que en la muerte me rodea
abre en mí la ventana de la vida
y en pleno paroxismo estoy durmiendo.
A plena luz camino por la sombra.





c a u t i v a d a . roc + jorge rueda



Exposición con serie de 32 fotografías (inédita) + AudioVisual

Fotografías  c a u t i v a d a   roc + jorge rueda,  editadas en publicaciones:

En  HUMAN,  Jorge Rueda 2007

En DICCIONARIO DE FOTÓGRAFOS ESPAÑOLES. DEL SIGLO XIX AL XXI, La Fabrica, 2014























Señalo un error en el texto: donde dice Saura, debería poner Serrano. Fueron Carlos Serrano, Jorge Rueda y Pablo Pérez Mínguez los que dirigieron Nueva Lente en sus distintas etapas.


Audiovisual exhibido en:

Inauguración del Centro Andaluz de la Fotografía -CAF- Almería, 2007
Fotomanías 2009, Málaga
Encuentros de fotografía, Diputación de Málaga. 2010

La Mirada Inadvertida. Rocio Gutierrez. Exposición fotografias. RAMSES Puerta de Alcalá, Madrid. 4 a 11 de nov, 2014


Queridos amigos, compañeros, ...
Ahí está... La Mirada Inadvertidami próxima exposición de fotografías.
Tendrá lugar en el espacio Ramses - Plaza de la Independencia, 4 - Puerta de Alcalá, Madrid.
Del 4 a 11 de noviembre, 2014.
Inauguramos el martes 4 de noviembre a partir de las 20:30 h.  Además de las fotografías expuestas, se proyectará La Mirada Inadvertida, audiovisual, con la serie completa de imágenes.
Será un placer contar con tu compañía.
Abrazos, besos,
y mucha salud !


LA MIRADA INADVERTIDA

Hay quien mira y hay quien es mirado, aunque en la vida común todos miramos y somos mirados, sin caer en la cuenta de que existe un goce especial cuando se elige posición. No se trata del gusto por exhibirse o hacerse visible que presentan algunas personas, sino del gusto por ser conocido (o conocer).
Se sabe poco de la mirada a pesar de saber mucho del ojo. Ese órgano que, diría un materialista o un ingenuo, es el órgano que sirve para ver. Y no es que no sirva para ello, pero sirve para otras cosas que usualmente no contabilizamos entre sus funciones. El ojo sirve para mirar y para ver si alguien nos mira. El ojo es una lente, sí, pero también es un espejo. De manera que al verbo “ver” hay que añadirle otro infinitivo “mirar”. Hasta un ciego sabe mirar, si bien no puede ver.
Sucede que percatarse de algo es bien distinto a saber o conocer algo, son funciones disociadas. Podemos ver y mirar cosas distintas. Podemos mirar sin ser vistos (espiar), podemos ser mirados (sin percatarnos de ello). Más que eso: podemos tener la sensación ilusoria de que nos miran sin que, en realidad, nadie lo haga.
Hechizos y miradas Francisco Traver Torras *

Richard Hamilton el inmenso discipulo de Marcel Duchamp, retrospectiva del Reina Sofia, Madrid 2014












En 2003 Richard Hamilton (Londres, Reino Unido, 1922) escribió una pequeña autobiografía:

Gozó de unos largos estudios académicos que fueron interrumpidos por la guerra, durante la cual se convirtió en dibujante técnico. Enseñó en colegios de arte durante catorce años mientras se reeducava en la técnica de la pintura. Su devoción por el trabajo y el espíritu de Marcel Duchamp le llevó a recapitular, entre 1957 y 1966, las obras de Duchamp Le Boîte Vert y Le Grand Verre – La Mariée mise a nu par ses célibataires, même. Consiguió cierto éxito como artista profesional después de su exposición en la Tate Gallery de Londres en 1970.

Tomás Llorens en su contundente artículo Warhol, Danto y la muerte del arte, recordaba:

La historiografía del arte del siglo XX señala mayoritariamente que el movimiento Neo-Dada norteamericano de los años 1950 —un movimiento inspirado por los precedentes dadaístas de Schwitters y Duchamp y protagonizado por artistas como Robert Rauschemberg y Jasper Johns— fue la matriz inmediata de la que derivó el pop art.



Richard Hamilton a quien el Reina Sofía ha dedicado una retrospectiva, es conocido por ser el iniciador del pop art, en Inglaterra, en lo que refiere a su obra, Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing? (1956) [¿Qué es lo que hace a los hogares de hoy en día tan diferentes, tan atractivos?]. Cuya reproducción se incluyó en el catálogo de la exposición colectiva This is Tomorrow [Esto es el mañana], que se presentó en la Whitechapel Gallery de Londres entre agosto y septiembre de ese año. El collage fue también utilizado para la elaboración de un cartel en blanco y negro que anunciaba la exposición. Además de las imágenes del collage, que permiten apreciar el carácter homogéneo, repetitivo, de ese mundo configurado en serie, es altamente significativo su título, directamente extraído del lenguaje publicitario.

El propio Hamilton, no se sentía tan protagonista del pop art al que definió como:


un arte popular, transitorio, fungible, de bajo coste, producido en serie, joven, ingenioso, atractivo, efectista, glamuroso y de las grandes empresas.

La influencia que sí cultivó fue la de Marcel Duchamp.
En 1952, se convierte en profesor y da clases de tipografía y diseño industrial en la Escuela Central de Arte y Diseño de Londres, y funda el Independent Group en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres (ICA), grupo que pretendía no sólo el debate artístico, sino también reflexionar sobre las imágenes de la cultura popular y fomentar obras que no tuvieran nada que ver con el expresionismo abstracto americano ni con las típicas vanguardias europeas. Ese mismo año conoce una obra de Marcel Duchamp, con quien acabaría teniendo una intensa relación de colaboración y amistad, y a quien siempre consideró su maestro.
Signo de Richard Hamilton. Catálogo que el Macba editó en 2006
con motivo de la presentación de la exposición Galería Cadaqués, Colección Bombelli

El documental de Pascal Goblot, Richard Hamilton in the reflection of Marcel Duchamp, contribuye a conocer mejor cuál fue la estrecha relación que mantuvieron ambos creadores. Fascinado por la obra de Duchamp, Hamilton pasó años traduciendo al inglés las notas de la Caja Verde, que contiene las instrucciones para el Gran Vidrio, obra de la que hizo una réplica que firmó junto a su creador.

Typo Topography of Marcel Duchamp’s Large Glass 
La relación de Richard Hamilton con Marcel Duchamp se consolida en Cadaqués. En 1957, Richard Hamilton y Marcel Duchamp se dedicaron a trabajar juntos en la Green Box, Hamilton se convirtió en el discípulo de Duchamp.
La Green Box se publicó en 1962, y a partir de entonces también Hamilton empezó a ir cada año a pasar sus vacaciones veraniegas con los Duchamp en el pueblo de la Costa Brava, con la intención de ayudar a Marcel en proyectos diversos, pero también para disfrutar del ambiente local.

Tanto para Duchamp como para Hamilton, Cadaqués era un lugar agradable y tranquilo, donde podían relajarse y, a la vez, trabajar en cosas distintas a las que hacían el resto del año, que ambos pasaban inmersos en la escena artística de París, Nueva York o Londres. En Cadaqués, los dos artistas se dedicaban a escribir y a concebir obras de un carácter distinto, quizás más lúdicas y menos solemnes que las grandes obras de arte que exponían en las mejores galerías y museos de todo el mundo.

Como en Duchamp, en Richard Hamilton el cuestionamiento interior de la aparente familiaridad de las imágenes sea uno de sus motivos centrales.
Hamilton mantuvo un diálogo continuo con las oscilaciones de la imagen en el mundo moderno. Y también con las grandes figuras artísticas del pasado y de su propio tiempo.

Richard Hamilton's poster for his recreation of Marcel Duchamp's 'Large Glass' 

Cada periodo de la vida de Hamilton parece tener una base conceptual muy fuerte. Tenía gran facilidad para trabajar diferentes disciplinas de forma maravillosa. Duchamp es fundamental para él. No conozco a ningún otro como Hamilton que decida dejar de lado lo que hace y dedique un período de su vida a otro artista. En él empieza el concepto de 'pop art'. Comprendió y escribió lo que significaba este movimiento, pero no solo es el hombre que nombra por primera vez el 'pop art', sino que es el primer artista posmoderno". Estuvo en estos dos mundo y se convirtió en un magnífico puente entre el amor por el arte moderno y el sentido de que todas las cosas son iguales y que no existen jerarquías entre pintura, grabado, fotografía. Este es el gran legado de un artista que fue también precursor del apropiacionismo, la instalación y otras tendencias cultivadas posteriormente Paul Schimmel

En la exposición del Reina Sofía hemos podido ver la que sería su última obra, un tríptico en gran formato con impresiones digitales elaborado a partir de un encargo para ilustrar La obra maestra desconocida (1831), de Honoré de Balzac, que en su momento también fue ilustrada por Picasso. Si en el relato de Balzac los protagonistas son Poussin, Porbus y Frenhofer, además de la bella novia de Poussin que desempeña un papel tan importante en el mismo, en el tríptico de Hamilton aparecen Poussin, Courbet y Tiziano, y en un primer plano el cuerpo tendido y desnudo de una hermosa joven con los ojos cerrados. Sobre esta obra final, Richard Hamilton diría Este es miÉtant Donnés, haciendo explícito su homenaje a Duchamp y la identificación de este tríptico final Sin título (2011) con la última obra del artista francés.

Sin título, 2011
A través de una selección de más de 250 obras realizadas entre 1949 y 2011 se ha desplegado todo Richard Hamilton.
Impresionante la intensidad y variedad de su horizonte como artista.

Entrevista y Reportaje de la Exposición "Dialogar con la Mirada" y "La voz que mira" por Daniel Seseña



Cámara abierta 2.0 - El fotógrafo Alain Perdomo, la expo Dialogar con la mirada, la webserie Libres y El Pescao en 1minutoCOM - 22/03/14, Cámara abierta 2.0 online, completo y gratis en RTVE.es A la Carta.... Inicio reportaje de la exposición y entrevista a partir del minuto 6:40 del programa.

Entrega de premios fruto del I Concurso Nacional Miradas de Mujer e Inauguración de la Exposición que aúna la muestra de las fotografías premiadas y el trabajo colectivo dirigido por Daniel Seseña "La voz que mira".

1º Premio para la fotografía “Creamy” de Rocío Gutiérrez (Madrid).
2º Premio para la fotografía “Techo de Cristal” de Gabriel García (Madrid).





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'Marchas de la Dignidad' 22-M



El diablo en el campanario.
The devil in the belfry, Edgar Allan Poe (1809-1849)

¿Qué hora es?
(Expresión antigua)

Todos saben de una manera vaga que el lugar más bello del mundo es —o era, desgraciadamente— el pueblo holandés de Vondervotteimittiss. Sin embargo, como se encuentra a cierta distancia de todas las grandes vías, en una situación por decirlo así extraordinaria, probablemente lo haya visitado un corto número de mis lectores. Por está razón considero oportuno, para entretenimiento de aquellos que no hayan podido hacerlo, entrar en algunos pormenores con respecto a él. Y esto es realmente tanto más necesario cuanto que si me propongo relatar los calamitosos acontecimientos ocurridos últimamente dentro de sus límites, es sólo con la esperanza de conquistar para sus habitantes la simpatía popular. Ninguno de quienes me conocen dudan de que el deber que me impongo no sea ejecutado con toda la habilidad de que soy capaz, con esa rigurosa imparcialidad, escrupulosa comprobación de los hechos y la ardua confrontación de autoridades, que deben distinguir siempre a aquel que aspira al título de historiador.

Gracias a la ayuda conjunta de monedas, manuscritos e inscripciones, estoy autorizado a afirmar positivamente que el pueblo de Vondervotteimittiss existió siempre, desde su fundación, precisamente en las mismas condiciones en que hoy se encuentra. Por lo que respecta a la fecha de su origen, me es singularmente penoso no poder hablar sino con esa precisión indefinida con que los matemáticos se ven a veces obligados a conformarse con determinadas fórmulas algebraicas. La fecha —me está permitido hablar así—, habida cuenta de su prodigiosa antigüedad, no puede ser menos que una cantidad determinable cualquiera.

Con respecto a la etimología del nombre Vondervotteimittiss; confieso, no sin pena, estár en duda. Entre una serie de opiniones sobre este delicado punto, muy sutiles algunas de ellas, otras muy eruditas y otras lo suficientemente en oposición no hallo ninguna que pueda considerar satisfactoria. Tal vez la idea de Grogswigg, que coincide casi con la de Kroutaplenttey deba aceptarse prudentemente. Está concebida en los siguientes términos: Vondervorreimittiss: Vonderlege Donder; Votteimittis, quasi und Bleitziz; Bleitziz obsol, pro Blit zen. A decir verdad, esta etimología encuentra, de hecho, bastante confirmación de algunas señales de fluido eléctrico que pueden verse todavía en lo alto del campanario del Ayuntamiento. Sea como fuere, no es mi intención comprometerme en una tesis de esta importancia, y le ruego al lector ávido de informaciones que consulte los Oratiunculoe de Rebus Praeter Veteris, de Dundergutz; que vea, también, Blunderbuzzard, De Derivationibus, desde la página 27 a la 5.010; infolio, edición gótica, caracteres rojos y negros, con llamadas y sin numeración, y que consulte también las notas marginales del autógrafo de Stuffundpuff, con los subcomentarios de Gruntundguzzell.

A pesar de la oscuridad que envuelve de este modo la fecha de la fundación de Vondervotteimittiss y de la etimología de su nombre, no cabe duda; como ya he dicho, de que ha existido siempre tal como lo vemos en la actualidad. El más viejo hombre del lugar no recuerda ni la más leve diferencia en el aspecto de una parte cualquiera de él, y, en realidad, la simple sugestión de tal posibilidad sería considerada como un insulto. El pueblo está situado en un valle perfectamente circular, cuya circunferencia mide, poco más o menos, un cuarto de milla, y está rodeado completamente por lindas colinas, cuyas cimas jamás pensaron sus habitantes hollar con su planta. No obstante, éstos dan una excelente razón de su proceder, por cuanto creen que no hay absolutamente nada al otro lado.

Alrededor del lindero del valle —que es completamente liso y pavimentado en toda su extensión con ladrillos planos— hay una ininterrumpida fila de sesenta pequeñas casas. Se apoyan por detrás sobre las colinas, y, por tanto, todas miran al centro de la llanura, que se encuentra justamente a sesenta yardas de la puerta delantera de cada casa. Cada una de éstas tiene a la entrada un jardincillo, con una avenida circular, un reloj de sol y veinticuatro coles. Las mismas construcciones son tan absolutamente iguales que es imposible distinguir una de otra. A causa de su extrema antigüedad, el estilo arquitectónico es un tanto extravagante, pero, por esta razón, es todavía notablemente pintoresco. Estas casas están construidas con pequeños ladrillos, bien endurecidos al fuego, rojos, con cantos negros, de tal modo, que las paredes parecen un tablero de ajedrez de grandes proporciones. Los remates están vueltos del lado de la fachada y poseen cornisas tan grandes como el resto de la casa en los bordes de los tejados y en las puertas principales. Las ventanas son estrechas y de amplio alféizar, con vidrieras formadas por cristales pequeñísimos y grandes marcos. El tejado está recubierto por una gran cantidad de tejas de puntas arrolladas. La madera es toda de un color sombrío, totalmente tallada, pero de dibujos poco variados, puesto que, desde tiempos inmemoriales, los tallistas de Vondervotteimittis no han sabido esculpir más que dos objetos: un reloj y una col. Ahora bien hay que reconocer que esto lo hacen admirablemente, y lo prodigan con singular ingeniosidad en cualquier sitio que pueda encontrar el cincel.

Las habitaciones son tan parecidas a la parte interior como a la externa, y los muebles son todos de un solo modelo. El piso está pavimentado con baldosas cuadradas. Las sillas y mesas son de madera negra, con patas torneadas, delgadas y finas. Las chimeneas son largas y altas; y no solamente poseen relojes y coles esculpidos en la superficie de su parte frontal, sino que, además, sostienen en medio de la repisa un auténtico reloj que produce un prodigioso tic-tac, con dos floreros, cada uno de los cuales contiene una col; situados en los extremos a modo de batidores. Entre cada col y el reloj se encuentra, además, un muñeco chino, panzudo, con un gran agujero en medio de la barriga, a través del cual puede verse la esfera de un reloj.

Los lares son amplios y profundos, con retorcidos morillos. Continuamente arde un gran fuego; sobre el que se encuentra una enorme marmita llena de sauerkraut y carne de cerdo, incesantemente vigilada por la dueña de la casa. Esta es una gruesa y vieja señora, de ojos azules y colorado rostro, que se toca con un inmenso gorro semejante a un pilón de azúcar.

Adornado con cintas purpúreas y amarillas; su traje es de mezclilla anaranjada, larguísimo por detrás y de estrecha cintura, por otros conceptos demasiado corto, porque deja descubierta la mitad de la pierna. Éstas son un poco gruesas, lo mismo que los tobillos pero están cubiertas por un lindo par de medias verdes.

Sus zapatos, de cuero rosado, están atados con un lazo de cintas amarillas dispuesto en forma de col. En su mano izquierda. tiene un pesado relojito holandés, y con la derecha maneja un cucharón para el sauerkraut y la carne de cerdo. A su lado se encuentra un gato gordo y manchado, que exhibe en la cola un relojillo de cobre dorado de repetición, que «los chiquillos» le han atado allí como juego.

En cuanto a estos chicos, los tres están en el jardín, cuidando del cerdo. Todos tienen dos pies de altura, se tocan con tricornios y visten chalecos purpúreos que les llegan casi a los muslos, calzones de piel de gamo, medias roja de lana, zapatones con gruesas hebillas de plata y largas blusas con grandes botones de nácar.

Cada uno tiene una pipa en la boca y un abultado reloj en la mano derecha. Una bocanada de humo, una mirada al reloj; una mirada al reloj, una bocanada de humo. El cerdo, que es corpulento y perezoso, se entretiene unas veces en mordisquear las hojas que han caído de las coles y otras en querer morderse el relojito dorado que aquellos pícaros le han atado también al rabo, con objeto de embellecerle tanto como al gato.

Exactamente enfrente de la puerta de entrada, en una poltrona de amplio respaldo forrado de cuero, con patas torneadas y finas, como las de las mesas, se ha instalado el viejo propietario de la casa. Es un viejecillo excesivamente hinchado, con grandes ojos redondos y una enorme doble papada. Su indumentaria se parece a la de los muchachos, y nada más tengo que decir sobre está en particular. Toda diferencia consiste en que su pipa es un poco mayor que la de aquellos, y por tanto, puede lanzar más humo. Lo mismo que ellos, tiene un reloj, pero lo guarda en el bolsillo. A decir verdad, tiene algo que hacer más importante que vigilar un reloj, y esto es lo que voy a explicar. Está sentado, con la pierna derecha sobre la rodilla izquierda. Tiene el semblante grave y conserva siempre uno por lo menos de sus ojos decididamente fijo en cierto objeto muy interesante del centro de la llanura.

Este objeto está situado en el campanario del Ayuntamiento. Los miembros del Consejo son todos unos hombrecillos achaparrados, adiposos e inteligentes, con ojos gruesos como salchichas y enormes papadas. Visten trajes mucho más largos, y las hebillas de sus zapatos son mucho mayores que las del resto de los habitantes de Vondervotteimittiss. Desde que resido en el pueblo han celebrado varias sesiones extraordinarias, y han tomado estos tres importantes acuerdos:
«Es un crimen alterar el antiguo buen ritmo de las cosas.»

«No existe nada tolerable fuera de Vonder votteimittiss.»

«Juramos fidelidad a nuestros relojes y a nuestras coles.»

Sobre el salón de sesiones se encuentra el campanario, y en el campanario o torre está, y siempre ha estado, desde tiempo inmemorial, el orgullo y maravilla del pueblo: el gran reloj de la aldea de Vondervotteimittiss. Y hacia este objeto están vueltos los ojos de los viejos caballeros que se encuentran sentados en poltronas forradas de cuero.

El gran reloj tiene siete esferas, una sobre cada una de las siete caras del campanario, de modo que se le puede observar cómodamente desde todos los barrios. Estas esferas son enormes y blancas, y las agujas, pesadas y negras. En la torre está empleado un hombre cuya sola misión consiste en cuidar del mismo, pero tal función es la más perfecta de las sinecuras, porque desde tiempos inmemoriales el reloj de Vondervotteimittiss jamás ha necesitado de sus servicios. Hasta esos últimos días, la simple suposición de semejante cosa era considerada como una herejía. Desde los más antiguos tiempos que los archivos registran, las horas habían sonado regularmente en la gran campana, y, en realidad, lo mismo acontecía con todos los demás relojes, grandes y pequeños, de la aldea. Nunca existió lugar comparable a éste en señalar con tanta exactitud las horas. Cuando el voluminoso mazo juzgaba llegado el momento de decir: «¡Las doce!» todos sus obedientes servidores abrían simultáneamente sus gargantas y respondían como un solo eco. En resumen, los buenos burgueses estaban encantados con su sauer-kraut, pero orgullosos de sus relojes.
Todas las personas que disfrutan de sinecuras son objeto de mayor o menor veneración, y como el campanero de Vondervotteimittiss poseía la más perfecta de ellas, es el más perfectamente respetado de todos los mortales. Es el principal dignatario de la aldea, incluso los mismos cerdos le contemplan reverentemente.

La cola de su casaca es mucho mayor. Su pipa, las hebillas de sus zapatos, sus ojos y su estómago son mucho mayores que los de ningún otro viejo caballero de la aldea, y en cuanto a su papada, es no solamente doble, sino triple.

Describo el feliz estado de Vondervotteimittiss. ¡Ay, qué lástima que tan delicioso cuadro estuviese condenado a sufrir un día una cruel transformación!

Hace muchísimo tiempo que ha sido aceptado y comprobado por los habitantes más sabios de la aldea un proverbio según el cual «nada bueno puede venir de allende las colinas». Y, en realidad, hay que creer que estas palabras contenían en sí algo profético. Faltaban cinco minutos para el mediodía de anteayer cuando, en lo alto de la cresta de las colinas del lado Este, surgió un objeto de extraño aspecto. Semejante acontecimiento era propio para despertar la atención universal, y cada uno de los viejos hombrecillos, sentados en sus poltronas tapizadas de cuero, volvió uno de sus ojos, desorbitado por el espanto, hacia el fenómeno, continuando con el otro fijo en el reloj del campanario.
Faltaban sólo tres minutos para el mediodía cuando se comprobó que el singular objeto en cuestión era un pequeño jovencillo que parecía extranjero. Descendía por la colina con una enorme rapidez, de modo que todos pudieron verle muy pronto fácilmente. Era realmente el más precioso hombrecillo que se había visto jamás en Vondervotteimittiss. Tenía el rostro un tono oscuro como el rapé, larga y ganchuda la nariz, ojos que parecían lentejas, enorme boca y magnífica hilera de dientes, que parecía muy interesado en exhibir riéndose de oreja a oreja. Añádase a esto patillas y bigotes, y no creo que nada más quedase por ver en su rostro. Tenía la cabeza descubierta, y su cabellera había sido cuidadosamente arreglada con papillotes para rizarla. Componíase su indumentaria de una casaca ajustada y colgante, que terminaba en una especie de cola de golondrina —por uno de cuyos bolsillos dejaba colgar una larga punta de pañuelo blanco—, de unos calzones de casimir negros, medias negras y unos gruesos escarpines cuyos cordones consistían en enormes lazos de raso negro. Bajo uno de sus brazos llevaba un chapeau-de-bras, y bajo el otro, un violín casi cinco veces mayor que él. En su mano izquierda tenía una tabaquera de oro, de donde continuamente cogía pulgaradas de rapé con la actitud más vanidosa del mundo, mientras saltaba descendiendo la colina y dando toda clase de pasos fantásticos.

¡Bondad divina! Era un gran espectáculo para los honrados burgueses de Vondervotteimittiss.

Hablando claramente, el pícaro reflejaba en su rostro, a pesar de su sonrisa, un audaz y siniestro carácter. Mientras se dirigía apresuradamente hacia el pueblo, el aspecto singularmente extraño de sus escarpines bastó para despertar muchas sospechas, y más de un burgués que le contempló aquel día hubiese dado algo por dirigir una ojeada bajo el pañuelo de blanca batista que colgaba de modo tan irritante del bolsillo de su casaca con cola de golondrina. Pero lo que despertó principalmente una justa indignación fue el hecho de que aquel miserable botarate, mientras ejecutaba tan pronto un fandango como una pirueta, no guardase una regla en su danza y no poseyera ni la menor noción de lo que se llama llevar el compás.

Mientras tanto, los buenos habitantes del pueblo no habían aún tenido tiempo para abrir del todo sus ojos cuando, exactamente medio minuto antes del mediodía, se precipitó el tunante, como os digo, en medio de ellos, hizo aquí un chassezé allí un balanceo y después de una pirouette y un pas-de-zephyr, se dirigió como una flecha a la torre del Ayuntamiento, donde el campanero fumaba estupefacto con una actitud de dignidad y temor. Pero el pillastruelo le agarró primero de la nariz, se la sacudió y tiró de ella, le puso sobre la cabeza su gran chapeau-de-bras, hundiéndoselo hasta la boca, y después, levantando su enorme violín, le golpeó con él durante tanto rato y con tal violencia, que, dado que el vigilante estaba muy gordo y el violín era amplio y hueco, se hubiese jurado que todo un regimiento con enormes tambores redoblaba diabólicamente en la torre del campanario de Vondervotteimittiss.

No se sabe a que desesperado acto de venganza hubiese impulsado aquel indignante ataque a los aldeanos de no haber sido por el importantísimo hecho de faltar medio segundo para el mediodía. Iba a sonar la campana, y era de absoluta y suprema necesidad que todos consultaran sus relojes. Era indudable, sin embargo, que, exactamente en ese instante, el pillo que se había introducido en la torre quería algo que se relacionaba con la campana, y se metía donde nadie le llamaba. Pero como empezaba a tocar, nadie tenía tiempo de vigilar sus maniobras, porque cada uno de los hombres del pueblo era todo oídos contando las campanadas.

—Una... -dijo el reloj .
—Una... —replicó cada uno de los viejos hombrecillos de Vondervotteimittiss, en cada sillón tapizado de cuero.
—Una... —dijo el reloj de su mujer.

Y:

—Una... —dijeron los relojes de los niños y los relojillos dorados colgados de las colas del gato y del cerdo.
—Dos... —continuó la pesada campana.

Y:

—¡Dos! —repitieron todos.
—¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez! —dijo la campana.
—¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez! —respondieron los otros.
—¡Once! —dijo la grande.
—¡Once! —aprobó toda la pequeña gente.
—¡Doce! —dijo la campana.
—¡Doce! —contestaron ellos perfectamente satisfechos y dejando caer sus voces a compás.
—¡Han dado las doce! —dijeron todos los viejecillos, guardando de nuevo sus relojes. Sin embargo, la gran campana no había acabado aún.
—¡Trece! —dijo.
—¡Trece!— exclamaron todos los viejecillos, palideciendo y dejando caer las pipas de sus bocas, mientras descabalgaban sus piernas derechas de sus rodillas izquierdas— ¡Trece!
—¡Trece! ¡Trece! ¡Dios santo, son las trece!— gimotearon.

¿Describir la espantosa escena que se originó? Todo Vondervotteimittiss estalló de repente en un lamentable tumulto.

—¿Qué le ocurrir a mi barriga? —gritaron todos los niños—. ¡Tengo hambre desde hace una hora!
—¿Qué les pasa a mis coles? —exclamaron todas las mujeres—. ¡Deben de estar cocidas desde hace una hora!
—¿Qué le ocurre a mi pipa? —juraron todos los viejecillos— ¡Rayos y truenos! Debe de estar apagada desde hace una hora.

Y volvieron a cargar sus pipas con gran rabia. Se arrellanaron en sus sillones y aspiraron el humo con tal prisa y ferocidad, que, inmediatamente quedó el valle velado por una nube impenetrable.

Mientras tanto, las coles iban adquiriendo tonalidades purpúreas, y parecía que el mismo viejo diablo en persona se apoderase de todo lo que tenía forma de reloj. Los relojes tallados sobre los muebles poníanse a bailar como si estuvieran embrujados, mientras que los que se encontraban sobre las chimeneas apenas si podían contener su furor y se obstinaban en un toque incesante: «¡Trece! ¡Trece! ¡Trece!»

Y el vaivén y movimiento de sus péndulos era tal, que resultaba verdaderamente espantoso de ver. Lo peor era que los gatos y los cerdos no podían soportar más el desarreglo de los relojillos de repetición atados a sus colas, y ostensiblemente lo demostraban huyendo hacia la plaza, arañándolo y revolviéndolo todo, maullando y gruñendo, produciendo un espantoso aquelarre de maullidos y gruñidos, lanzándose a la cara de las personas, metiéndose debajo de las faldas, produciendo la más terrible algarabía y la más tremenda confusión que persona sensata pudiera imaginar. En cuanto al miserable tunante instalado en la torre, hacía evidentemente todo lo posible por lograr que la situación fuera más aflictiva. De cuando en cuando podía vislumbrársele en medio del humo. Continuaba siempre allí, en la torre, sentado sobre el cuerpo del campanero, que yacía de espaldas. El infame conservaba entre sus dientes la cuerda de la campana, sacudiéndola sin parar con la cabeza, de izquierda a derecha, produciendo tal barullo, que mis oídos se estremecen aún ahora al recordarlo. Descansaba sobre sus rodillas el enorme violín, que rascaba sin acorde ni compás con sus dos manos, procurando fingir horrorosamente, ¡oh, infame payaso! , que estaba tocando la canción de «Judy O'Flannagan and Paddy O'Rafferty».
Como las cosas habían llegado a tan lamentable estado, abandoné con repugnancia el lugar, y ahora dirijo un llamamiento a todos los amantes de la hora exacta y del buen sauer-kraut. Marchemos en masa hacia el pueblo y restauremos el antiguo orden de cosas en Vondervotteimittiss, expulsando de la torre a aquel bellaco.

Primer premio recaído en Rocío Gutiérrez. Dialogar con la Mirada: Miradas de Mujer y La voz que mira.

Creamy y una servidora os invitamos este viernes día 14, 20:00 h, a Dialogar con la Mirada: Miradas de Mujer y La voz que mira.

Exposición y entrega de premios del I Concurso Nacional Miradas de Mujer. Fotografía Social donde la dama recibió el Primer Premio.

Lugar: Galeria Cero Efti C/ Fuenterrabía, 4, 6, 13, 28014 Madrid

¡Encantada de compartir ratito, con todos a los que os pille a mano!
Salud





Puede que Creamy sea un helado, incluso un cuadro, una pintura, pero quizás no sea lo que parece…
Una constante fuente que posee magnetismo, ella no mete la cabeza dentro del horno de gas ozono para este tipo de efectos, profundos e imaginativamente femeninos sino la mirada en una cámara fotográfica, aprieta el disparador “click”, se abre el obturador, evita las llamas pero busca un cómplice en la luz que expresa admiración o cariño.
Rocío Gutiérrez ha ganado el primer premio en  el I CONCURSO NACIONAL MIRADAS DE MUJER. Fotografía Social; roc intenta conseguir una foto mejor, ¿crees que lo hace? sí, lo hace increíblemente. Der zarte Duft verwöhnt lhre Sinne (La delicada fragancia mima su sentido). Lo hace tan bien que acaba abrillantando todo, ß-------à, con lo que gana un poco más y recrudece la imagen escamoteada.
Calculadoramente independiente y habilidosa emocional conoce la igualdad tanto física como emocional, sin vacilaciones sobre lo íntimo, sin interrogantes en la expresión física, compartiendo sus beneficios sin que nadie le pida explicaciones, ¡y si puedes evitarlo, no mires sus imágenes!
Y así, gracias a sus imágenes aprovecha la gris atmósfera de Madrid para dirigirse a la luminosidad, para enmendar un cabello marrón y explotar su movimiento. También sabe que tras el breve disparo, desde la llegada de la fotografía, al menos durante las mil siguientes horas visitará la imagen y la bautizará con su nombre. Sabrá cómo sacarle partido al sobrio, frugal y austero contrastando la experimentación, por lo que su obra de arte será rico legado invasor de la intimidad.
Fotógrafa especializada hasta la extenuación, se fortalece durante una década, artificializando lo vulnerable en decidido, maniobrando a su favor, cautiva y cultiva sencillamente, aventaja lo procaz, las sexo en punto. Puntualmente al numen, asigna un título: Creamy.


A punto de concluir, me encontré a mí misma, Rocío me anunció que debía escribir estas letras, porque a ella le tiemblan las tetas, por tanto, ya están escritas, me tiemblan los dedos como a Orfeo cuando tocaba su lira
// Amparo Balaguer, febrero 2014.





En esta muestra, se podrán ver los premios fruto del I Concurso Nacional Miradas de Mujer, organizado por Fundetec, con la colaboración de EFTI, HP y Cultura Inquieta, y el trabajo colectivo dirigido por Daniel Seseña, "La voz que mira".

Como comienzan los mejores proyectos, con un diálogo, con una mirada incluso, con ese gesto que te penetra y activa los impulsos creativos, conectando las ideas y despertando la pasión, así empezó a gestarse este trabajo.

Miradas de Mujer… Nació con el propósito de descubrir la mirada femenina en la fotografía, con una vertiente tecnológica y un fin profesional. Crear, aprender, compartir, explorar y emprender fueron sus motores de acción. Y, en su afán de cautivar la mirada de más personas, cierra su primera etapa con la muestra de su I Concurso Nacional Miradas de Mujer, para dar visibilidad a los trabajos desarrollados, reconociendo los logros alcanzados por los cómplices de esta gran aventura.

Y, en su crecimiento, se encontró con Daniel Seseña, periodista y amigo, creyente de las nuevas tecnologías y el poder de la pasión, quien ha sumado sus esfuerzos para impulsar el desarrollo de este proyecto, de tal forma que estas dos historias convergen y dialogan en esta narrativa visual, acercándose y retratando la realidad desde diferentes enfoques.

La voz que mira… Es una muestra fotográfica deslocalizada y en construcción permanente. Daniel Seseña y un grupo de amigos de la profesión exponen y comparten su visión sobre un tema social a través de sus fotografías. Una instantánea cada uno, realizada con su Smartphone. Se trata de una galería "en modo nómada" que se mueve y acopla a otras ciudades, circunstancias y/o proyectos, como Miradas de mujer. Los escenarios cambian, los amigos también, e incluso la profesión... Y cómo no, la mirada también. Pretende retratar el momento de un tema en común, para entenderlo y mirarlo desde distintos puntos de vista... Cuanto más subjetivos, mejor. La reflexión y la abstracción van de la mano. Y la calle está llena de elementos que describen la realidad; o las realidades que se irán planteando durante el proceso de trabajo.

Autores que se pueden ver en la muestra:
I Concurso Nacional Miradas de Mujer: Rocío Gutiérrez, Gabriel García, Laura Emme, Javier Fernández Ortega, Rebeca Moncho, Bárbara Traver, Clara Leal Paz, Nuria Oreja y Anna Enjuto.

La voz que mira: Manuel González, Juan Carillo, Mavi Doñate, Paz Argüelles, Juan Carlos Carrazón, Santos López, Marta Rodríguez, Daniel Seseña, Ana Blanco y Javier de la Oliva.


Efti
C/ Fuenterrabía, 4, 6, 13, 28014 Madrid

Jorge Rueda, sin despedida MAESTRO

Mi memoria externa: Jorger Rueda 2002 - 2010
Sin despedida MAESTRO





Querido Jorge que estás en mi tiempo

Parí a borbotones esta "pieza" rumiada en estos meses no compartidos bajo el "estímulo, versus plazo", de tu antología HUMAN en la sala del Centro de Arte de Alcobendas, un día y medio antes. No me dio pa prisas el cuerpo. Seguro falta revisión y mejora: pulir. Se hará. Ahora solo, pongo "tilde" a la improvisación "gástrica"

Conteniendo nubarrones que se despejaran o no.


» De mano tres proyectos se me colaron en olvido.
Especialmente incomprensible no incluir la exposición Agua al desnudo Fundacion Canal de Madrid
IMpresionante
Donde doce fotógrafos desnudaron el agua con un espectacular montaje que reforzó el trabajo de los autores como Joan Fontcuberta, Cristina García Rodero, Chema Madoz, José Manuel Navia, Juan Manuel Castro Prieto, Tony Catany, David Jiménez, Isabel Muñoz, Rafael Navarro, Carlos Pérez Siquier y Jorge Rueda.»

Bonita y lucida tu obra expuesta en las paredes del Centro de Arte de Alcobendas.
A tu gusto, con edición de catálogo.
Antología, decirlo es justicia, en la que "la vaca" dio de mamar y mamó.
Se Inauguró el Centro Andaluz de la Fotografia en Almeria con esta exposición y la de Emilio Morenetti
Se editó el libro HUMAN.
Se adquirió la muestra.
Lujo para fans y alumnos entre los que me incluyo: disfrutaDla.
Potencia visual y oficio de fotógrafo
Bonito y grato encuentro personal.
Esta mañana revisaba tus libros y me.re.topé con esto que transcribo:

moraleja
Otra ligereza que me permito para dejarte cautivado, es que la fotografía no tiene nada que ver con el arte.
Al menos, si me atengo a la raiz del hecho netamente fotográfico. Que dicen que se inventó para ser múltiple y que ha prosperado, sobre todo, por su condición de repetible como obra original.
Perdiendo, al mismo tiempo de nacer, su carácter de única. Que no puede repetirse.
Insisisto, las sensaciones transportadas por la foto, flotan independientes del soporte, para, reproduciéndose a sí mismas, multiplicarse cuantas veces sea preciso o se convenga (como un libro), sin mermar un átomo a su originalidad primera y creadora.
También es clónica la música en un disco.
Y digo más:
Una BUENA reproducción, por otro medio, de cualquier fotografía "original" no es una copia, sino ese mismo original que ha cambiado de soporte. Como seres duplicantes, exactamente iguales a papá; que se infiltran en la fibra óptica o la imprenta, para proyectar más ampliamente su potencial comunicador y sensitivo.
Ya sé que todo el mundo colecciona soportes numerados y firmados, con garantías de eternidad, pero es que esos sí que son ...artísticos. Objeto de comercios.



Extraído del libro "Desatinos" Jorge Rueda, 2000. Area de Cultura Ayto Málaga

Halos en poéticas lineas articulo de Laura Terré
"Jorge Rueda: Fuego que prenderá la revolución de los archivos" 

Volveré, sobre esta entrada chisporrotean, aún, halos de bromuro de plata.

Salud .............................................. mental









Excelente la obra fotográfica de Jorge Rueda. Creativo e innovador, un MAESTRO
Amante de la fotografía en mayúsculas, provocador de los sentimientos y la conciencia.


Su último libro: 
H U M A N



Libros anteriores:
Desatinos

Mal de ojo